“—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
—Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el principito para acordarse.”.
Esa escena de El Principito siempre me da un pellizco en el alma.
Me recuerda algo fundamental que solemos olvidar: fiarnos solo de lo que vemos nos deja a medias.
La vida, con toda su belleza y sus recovecos, pide más.
Pide que sientas, que escuches, que te atrevas a mirar con el corazón.
Y pienso: si dentro de ti ya tienes todo lo necesario para captar y transmitir toda la complejidad y la grandiosidad del mundo ¿por qué no ponerte en marcha?
Créeme cuando te digo que, al ser tú, algo cambia. Se te ve muy bien, todos te perciben diferente, más real, más luminoso. Y a ti, qué duda cabe, te sienta increíble.
Y una vez que empiezas, todo encaja: Es más práctico, más sencillo y más tuyo.
Porque es auténtico.
Y sé que una cosa es decirlo, y otra hacerlo.
Que entre las voces que te limitan, las etiquetas que te pones —o te ponen—, y las máscaras que alguna vez te pusiste para que te ayudaran a resolver alguna crisis, llega un punto que uno no sabe ni quién es. Y no pasa nada.
Tu subconsciente ya ha creado un armario para todos los disfraces.
Esos disfraces que alguna vez te ayudaron a salir del paso:
Con este te viste más aceptado, con aquel más querido y más amado.
Con este otro tu jefa creyó que eras feliz aceptando más trabajo…
Y con aquel que tanto usas, tu pareja cree que tus hobbies, casualmente, son los mismos que los suyos.
Y con este disfraz, que te asfixia, te idolatraron por ser el niño bueno y hasta tú te creíste que ser tú, sin disfraz, era algo malo.
Pero aquí viene lo mejor: lo más grande está por llegar.
Si tienes identificados tus valores y puedes enraizarte en ellos.
Si puedes conectar tus sentidos a la fuente inagotable de energía que produce estar en tu eje.
Si puedes dedicar algo de tiempo a aquello que te hace expresarte libre: cantar, escribir, bailar, pintar, cocinar.
Incluso nada.
Porque de la nada y de todo ese trabajo en regresar a tu esencia se crea el espacio en blanco para que tú salgas.
Así que sacúdete las dudas, ríete de los “tienes que” que te han vendido, y atrévete a cuestionarlo todo.
Que te encojas de hombros ante cada cosa que te dices.
Que a los dogmas hay que ponerles en crisis.
Que desaprender lo aprendido es cosa de sabios. Que desaprender es cosa de valientes.
Que te mires al espejo y te reconozcas. Tú, ahí, frente a ti.
Y si no te reconoces todavía, no te preocupes: lo que falta está esperando en la sombra, listo para salir a la luz.
Listo para verlo con el corazón.
Y ahora que lo escribo me doy cuenta que sí, que ser tú no va a gustarle a todos… pero los que genuinamente te miren desde los ojos del corazón, verán en ti lo que siempre supieron que TÚ eras.
Porque, como dijo el zorro, lo esencial es invisible a los ojos.
¿Te animas a descubrirlo?
(O ¿Te animas a que lo descubramos juntos?)